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No cabe duda, que la calle es el escenario principal de nuestra Semana Santa, y que de las cofradías y corporaciones bíblicas sale la inmensa mayoría de los términos, palabras, frases y dichos que conforman el argot manantero de nuestro pueblo.
Sin embargo, dentro de los templos existen multitud de referencias, y ésta que traemos hoy es, posiblemente, la más importante, pues los Santos Oficios son la esencia cultural de la Semana Santa, dado que sin ellos, la celebración de la Pasión de Cristo no tendría ningún sentido, por lo que la Iglesia nos recuerda permanentemente que no debemos olvidar el participar en estos actos liturgicos que tienen lugar los días de Jueves, Viernes y Sábado Santo.
Los Santos Oficios son los cultos del Triduo Pascual, que es la conmemoración litúrgica de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, y se celebran entre el Jueves Santo y el Sábado Santo.
En concreto, el Jueves se celebra la institución de la Eucaristía, recordando el sacramento instituido por Cristo en su Última Cena. Un detalle propio de este día es el lavatorio de pies, emulando el gesto de Jesús con sus discípulos en esa ocasión. Después de esta misa, se traslada el Santísimo Sacramento al Sagrario, que, adornado de manera especial dada la ocasión, recibe popularmente el nombre de Monumento.
Es costumbre popular visitar estos monumentos y rezar ante ellos en nuestras iglesias y durante toda la jornada del Jueves Santo, donde las diferentes corporaciones bíblicas, en tiempos pasados, en perfecto orden , riguroso silencio y recogimiento, se veian ir visitando las distintas iglesias para ANDAR, como se dice popularmente, las estaciones, hecho este que ya sólo vemos realizar a alguna que otra corporación-
El Viernes Santo, tiene lugar el segundo de los Santos Oficios, esto es, la celebración de la pPasión y Muerte de Cristo en la Cruz, destacando el rito de la Adoración a la Cruz, de manera que se besa para «aceptar el sacrificio y el camino mostrado por Jesús».
La última fase del Triduo Pascual tiene lugar el Sábado Santo, en una misa que debe ser nocturna, entre las ocho de la tarde y las doce de la noche. Se trata de la culminación de los cultos de toda la Semana Santa, que no es otra que la celebración de la Resurrección del Señor, en la Vigilia Pascual.
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